Lección del 11

Una buena forma de saber que estoy evolucionando es dejar de definir quién soy por mi pasado y empezar a decirme quién soy por cómo quiero tratarme a partir de ahora, qué quiero para mí, por decidir darme lo mejor “a pesar de” mi historia de vida. Esto requiere que deje de usar mis circunstancias, mis logros, y las personas como medida de valor personal, de modo que solo valgo si y solo si ocurren determinadas resultados que deseo en el afuera, o si la mirada de otro me da la aprobación que busco. Muchas veces nuestra capacidad de dar proviene de una estrategia por el cual doy para conseguir que me den en retorno: una buena mirada, aprobación, valor. Y aunque en el dar parezca fuerte, en realidad no lo soy, porque mientras espero que el otro me retribuya, yo espero, dependiente de su respuesta. Es una debilidad que simula fuerza. Es necesario encontrar el valor personal para que el dar sea un dar limpio, sin segundas intenciones.

La lección de 11 dicta que el valor personal proviene de mi tesoro interno, de los recursos que tengo que puedan ser útiles para favorecer la evolución de las personas que pasan por mi vida. Es necesario que sepa antes de qué soy capaz, cuáles son mis recursos, mis herramientas, en las que pueda hacer descansar mi valor. Esto vale para todos, sin importar si portan o no el 11 en sus números.

Lo que sí puede indicar, para aquellos que portan el 11, es la manera en cómo esto se practica, qué seguramente terminará por manifestarse por alguna u otra forma de brindarse a otros, de llamar a despertar a otros, a que reconozcan su propio valor. Los 11 suelen hacer esto a través de obras de caridad, o bien a través de información sanadora, sea hablado o escrito. Pueden escribir un libro, o el guíon de una película. Mi recomendación para los 11 que lean esto es que anoten las ideas que pueden llegarles como inspiración. Y eventualmente compartirlas con otros.